Boletín nº 12

 

“No son los malhechores quienes tienen la última palabra, sino aquellos que rezan”

 

Queridos amigos,

 

Varios miles de personas en más de 40 países rezan con nosotros cada día el Padre Nuestro por una Europa fundamentada en valores cristianos.  Una fe compartida y un mismo deseo hacen de nosotros una red europea de Dios.

 

El Padre Nuestro no ha sido escogido al azar como la oración para Europa. Cada invocación y cada oración es actual. El P. Johanne Lechner, un sacerdote austriaco de la Comunidad de los Hermanos de S. Juan nos describe en esta carta informativa de noviembre el profundo vínculo entre el Padre Nuestro y nuestra sociedad.

 

De hecho este texto es una meditación. Tomaos el tiempo de leerlo tranquilamente y dejaos penetrar por la profundidad de estas reflexiones. Quizás podáis presentarlo en vuestro grupo de oración e invitar a otros a rezar en esta red de Dios por una Europa anclada en los valores cristianos.

 

Vuestro equipo de Europa por Cristo !

 

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Pater noster.  Vater unser. Notre Père. Our Father. Padre nuestro. Pater hemon. Padre nostro. Otče náš. Ojcze nasz. Oče naš. Vor Fader. Meie Isa. Isä meidän. Musu Tevs. Téve musu. Mi atyánk. Onze Vader. Missierna. Fader vår. Pai nosso. Tatãl nostru. Göklerdekí babamiz. Отче наш.

 

Reflexiones sobre el “Padre Nuestro” para Europa.

Por P. Johannes Lechner

 

En la red de Dios

Las redes juegan un papel decisivo a todos los niveles en Europa: Redes complejas de regiones, de organizaciones, de empresas y de Estados Miembros. “Las redes se fundamentan en la idea de que cada uno de sus miembros cuenta… En un mundo global, complejo, con varios niveles, interactivos, nadie puede triunfar solo”(1).

 

La red más sólida en la cual estamos inscritos es el tejido formado por las relaciones existentes entre aquellos que rezan. ¿Somos conscientes de hecho,  al rezar el “Padre Nuestro”, que nos sumergimos como individuos en el interior de un conjunto mucho más amplio, en el sentido majestuoso de la historia, dentro del cuerpo místico de Cristo? Somos una familia con dimensión mundial, hijos de un mismo Padre.  Hacemos  un cuerpo los unos con los otros y nos necesitamos los unos a los otros.

 

Un día, Jesús  estaba rezando en un determinado lugar. Cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le pide: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11, 1). El les enseña el “Padre Nuestro” y de este modo les da el “resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano, or.1) Las primeras comunidades cristianas rezaban la “oración del Señor” tres veces al día (Didaché 8,3). Nadie puede contar las veces que, desde entonces, la oración del Señor ha sido dicha en todos los idiomas de la tierra.

 

Para comenzar el día y para ponerlo por la noche en manos de aquel a quien Jesús llama Abba… Antes del trabajo, durante una meditación silenciosa, en las trincheras de las guerras mundiales, con la pérdida de un ser querido, en momentos de profunda alegría o durante la bendición de la mesa antes de comer… Jesús ha desencadenado con el “Padre Nuestro” una marea de oración, un torrente de bendiciones y de gracias. La oración de Jesús se ha prolongado a través del todos los tiempos y lugares de la historia. Dos mil años de “network” espiritual, o lo que es mejor, de “netpraying  (red de oración)” a través del “Padre Nuestro”. Ora et labora. Nuestro corazón está unido en el corazón de Dios, y a través del corazón de Dios unido a todos aquellos que rezan. “El Señor nos ha enseñado a rezar unidos por nuestros hermanos. Porque Él no ha dicho “Padre mío que estás en los cielos”, sino “Padre Nuestro”, para que nuestra oración interceda con una sola voz por el cuerpo entero de la Iglesia” (S. Juan Crisóstomo, Hom. Sur Mt 19,4).  Cuando rezamos con las palabras del Señor, continúa siendo el Pueblo de los recién nacidos quien reza y obtiene misericordia. (cf. 1 Pi 2, 1-10). Así realizamos una Europa  del Espíritu: El Padre Nuestro da su alma a Europa.

 

Aquel que reza espera, y aquel que espera pide. La oración es el ejercicio de la esperanza. ¿Qué podemos atrevernos a esperar? ¿Por qué intención debemos rezar? “La oración es, en efecto,  como la intérprete de nuestro deseo ante Dios. No le pedimos de manera justa aquello que deseamos de manera justa.  Pero la oración del Señor pide no solamente aquello que deseamos de manera justa, sino que lo hace en el propio orden en que debemos desearlo, si bien la oración no solo nos  enseña a pedir, sino a educar toda nuestra afectividad y nuestra voluntad.” (Sto. Tomás de Aquino, Suma teológica, II-II, Qu.83 a.9).

 

Las siete peticiones del “Padre Nuestro” nos manifiestan aquello hacia lo que Señor quiere orientar nuestros deseos. ¿Qué significado tienen estas peticiones para Europa? ¿No son exactamente aquello que Europa necesita hoy en día?

 

Europa necesita  un Padre

 

Abba. Así llamaba Jesús a Dios en su lengua materna. En el Espíritu Santo, nos dice S. Pablo, podemos experimentar la intimidad de Dios y llamarle: Abba, Padre, como hermanos y hermanas de Jesús (Rom 8, 15-16). Dios es el Padre de Jesucristo. Jesús nos ha mostrado su verdadero rostro: El es Padre misericordioso, aquel que espera al hijo pródigo, sale a su encuentro, se le lanza al cuello y lo abraza, lo viste de nuevo y celebra su vuelta (Lc. 15, 20-24). Es generoso y perdona. Es paciente y puede esperar. El Padre de la misericordia y el Dios de toda consolación sale a nuestro encuentro. Da la vida,  deja crecer, nos deja  espacio, anima, comunica la libertad y la esperanza.

 

El ha fundado e inspirado a Europa lo mejor que ella posee: la viña y el grano, la belleza del arte y los frutos del espíritu. Europa es a veces como el hijo pródigo. ¡ Qué  severo es su no a Dios! Un padre siempre permanece padre, aun cuando su hijo no se ocupe de él. Él es el padre de todos los hombres de este maravilloso continente: de aquellos que le acogen agradecidos al igual que de aquellos que reniegan y rechazan su paternidad, de aquellos que rezan así como de aquellos para quienes les es indiferente. Él es bueno. Permite que cada día el sol salga sobre el bien y sobre el mal, Él permite que la lluvia caiga sobre los justos y los malos. Él es igualmente bueno para aquellos quienes le maldicen. Es fuente inagotable de un amor eterno que se entrega; su autoridad es aquella de la compasión… Trabaja sin descanso para llevar amor ahí donde no existe, para despertar el amor… Él es amor sin reproches.

 

Nosotros hemos recibido la gracia de conocer al Padre a través de Jesús en el Espíritu. Tenemos el deber de ser embajadores para todos, debemos ser iconos de este amor y rezar por todos: por los dirigentes de Europa, los científicos en las universidades y los laboratorios, los artistas, los periodistas, los médicos, los equipos pastorales, las familias, los padres y las madres que educan solos a sus hijos, los niños, los ancianos en asilos… Rezamos  junto a todos aquellos que aún no conocen al Padre. El amor de Dios  no tiene límite  y nuestra oración tampoco debería tenerlo.

 

Europa necesita el perdón y la redención

 

La cultura europea da la impresión de una “apostasía silenciosa” del hombre satisfecho que vive como si Dios no existiera(2). El olvido de Dios lleva a la destrucción del hombre. El mal ocupa un lugar en la no-cultura de la muerte a través del aborto, la eutanasia y el terror, de la indiferencia, el miedo al futuro y la pérdida de sentido; en el aislamiento, la crisis de la familia y el comienzo de la dictadura del relativismo. No hay nación en Europa que no haya sido, en algún momento dado, culpable a los ojos de otra. La codicia, el deseo de poder, la vana gloria y la locura atraviesan la historia sangrienta de Europa.  Tenemos necesidad de perdón. Tenemos necesidad de purificar  la memoria. Tenemos necesidad de la oración y actuar a favor de la paz. La culpa de nuestros padres no debe seguir recayendo sobre nosotros. Nuestra oración puede liberar a aquellos que se han encerrado en el mal. Cristo ofrece un nuevo comienzo, una nueva creación, la verdadera libertad.

 

Muchas cosas ensombrecen nuestra esperanza. En calidad de discípulos de Jesucristo, no caigamos en la resignación pensando en todos los males de nuestro tiempo. Alcemos los ojos llenos de esperanza al Padre que puede liberarnos del mal. “No son los malhechores quienes tienen la última palabra, sino aquellos que rezan.” (Reinold Schneider.

 

Lanzad nuevamente vuestras redes con cada Padre Nuestro. (de Lc. 5,4).  Lanzemos sobre Europa la red de la oración. Aunque parezca que no hay esperanza  y experimentemos noches solitarias y estériles, el Señor nos promete una pesca milagrosa. Todo depende de nuestra oración.

 

(1) El sueño europeo de Jeremy Rifkin, Fayard, Paris, 2005.

(2) Juan Pablo  II, Ecclesia de Europa, Nº 9

 

P. Johannes Lechner CSJ es desde 1991 Hermano de la Comunidad de los Hermanos de San Juan fundada en Francia. Nació en 1970 en St.Stefan/Rosental, en la Estiria austriaca, trabajaba en una explotación agrícola de sus padres. Con 17 años experimentó un giro radical hacia Jesucristo que transformó su vida. Estudió filosofía y teología en Francia y se ordenó sacerdote en 1999. Del 2000 a 2006 fue prior  de la Comunidad en Marchegg (Austria). En la actualidad es delegado para la evangelización de los jóvenes, imparte numerosas conferencias y consagra su tiempo a predicar.